viernes, 14 de enero de 2011

Tu casa es mi casa

En casi tres años viviendo acá han pasado de visita a pegar en la pera unas 35 personas, o sea un promedio de poco menos de una persona al mes. El máximo número para una misma noche fue de cinco, cifra no menor considerando que en ese tiempo solo arrendaba una pieza chica y definitivamente chocante al imaginar que, de los cinco, tres mochileros hediondos a poto y pata durmieron en el piso de mi pieza. Esos cretinos aun no me perdonan el lumbago causado por tamaña experiencia aunque yo tampoco dejare pasar fácilmente que fueron las únicas personas en la historia mundial de las visitas turísticas a Londres en estar acostados viendo televisión un Sábado a las 8.30pm.

Últimamente se ha hecho una curiosa aunque predecible constante que cada vez que alguien viaja a Londres elige el último vuelo del día, trayendo como consecuencia levantadas zombie a abrir la puerta de mi casa a las 3 de la mañana los días de semana (ese insomnio). No deja de ser irónico que todo lo ahorrado en el precio del pasaje se termine gastando en taxi porque durante la noche no hay trenes ni metro. No obstante, lo mas divertido es todo lo confuso, un poco torpe e incómodo pero finalmente confortante momento del Gran Abrazo. Mal que mal es difícil demostrar sentimientos cuando hace solo 30 segundos estabas soñando cosas tan bizarras como extraterrestres con cuerpos de jirafa atacando Chiloé. No puedo dejar de recordar la inolvidable escena en que aquel amigazo que al cambiar el frío invernal de la calle por la calidez de mi hogar se le empañaron los anteojos y no fue capaz de reconocerme cuando abrí la puerta. Abrazó a un extraño.

Son interminables las historias de mis connotados huéspedes que recuerdo con afecto: Desde aquel que cuando me despertaba a las 7am a tomar desayuno estaba viendo películas en el sillón del living hasta el que asumió que era invitado de honor en un asado, pasando por el que los policías le gritaron “hands against the wall!” por mear en la calle.

Gran parte de esas ilustres visitas han sido chilenos que han pasado para continuar sus viajes alrededor del mundo (o cuentan que debiera decir continuar hacia el Sudeste Asiático jaja) o para visitar Europa y volver a Chile. La cosa se pone un poco más sabrosa cuando se piensa que por cada abrazo de bienvenida hay uno de despedida indefinida con un buen amigo. Asumo que no tiene sentido llorar y ensimismarse como en la primera despedida en Pudahuel con cada persona ya que todo se haría insostenible. Pero por otro lado no es tampoco un ejercicio de apretar-el-botón-de-cara-de-nada y olvidarse porque mal que mal, por mas hediondo a pata que sea el personaje, hay sentimientos fraternos de por medio!

He tratado de hacer seguimiento al cambio gradual de “Joreisho version 2008” versus “Joreisho version 2011” y no hay duda que su majestad la costumbre es la salvación. Es cierto, cada visita es distinta pero yo soy el mismo. Mi señora esposa quedó trastornada la semana pasada al ver como despedía a un amigo australiano para después volver inmutablemente a comer mis cereales y mi té al desayuno. “Take it easy my friend it was great to have you here”. Un hueon que capaz que no vea en 10 años más.

Pero asi es la vida on the road. Take it or leave it como diría The Strokes. Además total, ya lo decía mi sabio viejo, que los buenos amigos son esos que puedes dejar de ver por una década y volver a hablar las mismas pelotudeces como si hubieras ido a comprar cervezas y vuelto.